Creer es crear ♥

Algunos pensarán que estoy loca, pero creo firmemente en las cosas que nos pasan todos los días.
Creo todavía en mirar a los ojos para entender lo que pasa por dentro. Creo en todas las sonrisas espontáneas, tanto en esas que nacen de la nada con alguien que no conoces y ves durante cinco segundos de tu vida en un transporte público, en un pasillo o cruzando una calle, como en esas que ves todos los días en tus amigos, en tu familia, en tu compañero/a de ruta. Yo todavía creo en  la gente que llega cuando no esperas a nadie y  te genera confianza cuando creías que no podías confiar en nadie más, en esa gente que no llega para reemplazar sino para ser.
Creo en los abrazos que vuelven a juntar todos los pedazos que somos o que fuimos alguna vez, y también creo en los besos que curan el corazón y alivian el alma; esos que te sacan toneladas de peso de la espalda y te descomprimen el pecho.
Creo en el silencio cuando no existe nada mejor; y creo en las palabras, siempre y cuando sean necesarias. Pero mucho más creo en la valentía de las acciones, en el hacer, en el dolor que significa soltar y no retener, cuando quedarse es una elección y no una obligación.
Yo creo.




Hace algún tiempo alguien me regalo una pulsera, una pulsera que lleve en mi muñeca hasta el día que se rompió. Esa persona quizás no lo sepa, quizás crea que deje de usarla porque ya no me interesa tener cerca su presencia de ninguna forma; esa persona quizás nunca se entere que nunca me olvidé de lo que vivimos, de que nunca la distancia de estos días me va a hacer perder la memoria y mucho menos dejar de quererla, esa persona quizás nunca entienda que siempre va a ser especial para mí. El día que la pulsera se rompió, yo entendí que no es sano forzar y que no sirve atar, que algunas veces solamente hay que entender que todo tiene su tiempo y que hay que disfrutarlo mientras dure, porque para empezar, la vida misma es un lapso de tiempo.
Hoy me limito a disfrutar de esos tiempos que tienen las cosas, a verlas cerca mío hasta que se rompen, a ser feliz mientras las tengo, y a no forzarlas a quedarse cuando les llega el tiempo de volar.  No es maldad, no es egoísmo; ya lo dijo el gran maestro
: "Poder decir adiós, es crecer".